Hace unos días vi Sex & The City 2. Si bien los diálogos son bastante forzados y las situaciones totalmente imaginarias, la nena que jugaba a las Barbies y ve el mundo en rosa que hay en mi la disfrutó bastante. Desde el descarado desfile de ropa de diseñador hasta el ostentoso muestrario de lujos inalcanzables para
la mayoría de los mortales, tiene momentos graciosos, momentos dramáticos y, por supuesto, el clásico e inconfundible estilo SATC.
La película comienza con la boda del mejor amigo de Carrie con el mejor amigo de Charlotte, quienes se odiaron a lo largo de toda la tira, pero terminaron juntos siguiendo el infantil cliché de los que se pelean se aman. Esta fiesta es todo lo que una niña (y un gran mariposón) desea para su casamiento. En una época en la que el príncipe azul está desteñido, lo único que nos queda es el deseo de una fiesta maravillosa, grandiosa, ¡gigantezca! Y en esta película nos mostraron justamente eso. Arcadas, puentes y cortinas eternas, invitados envueltos en couture, un coro angelical de bellos homosexuales con trajes blancos con la correspondiente orquesta, un lago con cisnes (artificial y reales, respectivamente) y, como si todo esto fuera poco, la ceremonia es oficiada nada más y nada menos que por la fabulosa Liza Minelli.
Insisto: hoy por hoy, que con un simple concubinato tenés acceso a todas las chácharas legales del cónyuge en cuestión, el matrimonio pasó a un segundo plano. Pero una se casa igual, ya sea para poder ponerse el vestido blanco (SIEMPRE es blanco, sin importar el prontuario de la novia), hacer una comilona con la familia, amigos y aquellos que queremos que se los carcoma la envidia, por los regalos (newsflash: la fuente de plata divina no va más, ahora poné plata en mi agencia de viajes para regalarme una Luna de Miel a puro derroche) o por todos los anteriores. Y es todo esto lo que se ve reflejado en esta entrega cinematográfica.
Luego continúa con la vida mundana de casados de Carrie y su Mr. Big, que de fabulosa no tiene nada, un viaje de arriba a los Emiratos Árabes y más moda, pero ese es tema para otro post. Ya saben lo que dicen: ¡siempre déjalos con ganas de más!
4 invitados dijeron...:
Por imposición de las damas de mi familia me morfé la serie durante años. A veces me resultaba divertida y otras insoportablemnte previsible. Nunca me banqué a la colorada, además. No vi la primera película ni pienso ver la segunda, pero me imagino que si en esa fiesta que tan bien contás, no aparece Peter Sellers persiguiendo un zapato por la fuentecita de agua, me resultará más que aburrida.
Sex and the City tiene ese efecto en las mujeres como lo puede tener oír a Black Sabbath a los metaleros. De todas las minas que conozco ninguna ha sido como las protagonistas de esa serie, afortunadamente. La película es un calambre en el pie derecho cuando estás durmiendo. Besos.
A mi la peli no me gusto para absolutamente nada. La boda fue genial, por el derroche y todo eso.
Me gusto el post, quen no quiere una supermega boda de hollywood????
Che, yo me re identifico con Miranda ("la colorada")!
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